lunes, 17 de diciembre de 2012

Lo que es vivir de ti


Delicate - Damien Rice

A veces vivo de tu vida.

A veces vivo tantas veces de tu vida
que he llegado al punto de no recordar 
cómo se hacía para sobrevivir antes de ti. 
Has sido tanto tiempo oasis dentro de mi,
que cuando el calor delirante me confirmó que eras un espejismo,
la sed de ti me mató.
No te he tenido, jamás, tantas ganas
como cuando me dijiste adiós. 
También vivo de tus despedidas
porque son las últimas que me quedan.
Esas con sabor de hasta luego 
sin saber bien hasta cuando. 
Todas frente al tango
de tus rizos y este viento
que arrastra mis pasiones y los
mil adioses escondidos entre tus dedos.
Diría que esconden casi tantos como los que
caben en esta estación de autobús. 
Donde estar sin tener nadie a quien 
despedir
es lo más triste que le ha sucedido jamás
a mis labios.
Qué tortura.
Todo alrededor son besos.
Y ninguno lleva mi nombre, 
y ninguno sabe a ti.

Qué recuerdo tan capullo

el tuyo,
ni que buscase dibujarme infiernos
en la cama
cuando más fría la tengo,
cuando más pena me da la sábana 
tan blanca, tan pura
tan sola, tan perdida, tan desierta, 
tan sin tus pasiones y lascivias
tan virgen y lluviosa
tan sin tu tristeza,
con ese complejo de inmensidad vacía;
mi sábana.

Tan falta de tu cuerpo

respirando sobre el mío
en esas noches, las más oscuras,
en que se nos llenaba la habitación de olor a césped,
y yo te contaba aquello de que
cada invierno
te haría lo que nos hace el otoño cuando llega
pero con más calor 
y menos nostalgias 
(recuerda que el otoño todo
lo desviste) -.

No puedo decirte que la única manera

que tengo ya de escribirte
es desnuda. 
No te diré que con ropa 
se me esconden las palabras 
que hablan de ti
y me invade la duda. 
La duda de si tal vez ahora, 
en este mismo momento,
otras estén aprendiendo
que cerca de ti vale más no arriesgarse a llevar ropa.

Tampoco puedo contarte

que ya no creo en los cuentos para dormir
desde que tu voz se los llevó, de la mano,
susurrando despacito todos los finales,
y ninguno era feliz
Ahora el insomnio seca mis ojos,
no me deja parpadear
y sueño despierta con que vuelves
de madrugada
a decirme: 'que pequeña eres'
y me arropas
mientras yo me desmayo al notar 
tus labios de sueño besándome los parpados
como tantas veces te has desmayado tú
por exigir un poco de dulzura.

No puedo contarte que aunque teníamos un trato

siempre supe que no lo cumpliría.
Que aunque a veces viva de tus despedidas,
pronunciar un adiós relacionado contigo
me suena a disparo en la sien
y a nota de suicidio.

Y no puedo contarte

que te echo tanto de menos
que vivir de tu ausencia
cuando se ha vivido de tu vida
empieza a no ser suficiente. 
Empieza a ser imposible sobrevivir-te.

Que haces que la soledad

se defina universalmente
como la falta de ti,

y faltas,

faltas demasiado.
.

martes, 4 de diciembre de 2012

Pequeñeces que sé que no te importan

Las dudas me resbalan por la espalda,
escondiéndome las cosquillas de ti,
que guapo te pones cuando te olvidas de mi.

Con tu irresistible indiferencia;
solo se te puede definir trágicamente.

Seguir queriéndote es caerse de la cama.
Dicen, a veces,
que a base de golpes se aprenden las lecciones.
Yo no termino de entender qué intentan enseñarme
estos que me doy tropezando
cuando sueño contigo,
o qué pretende tu ausencia golpeándome
cuando pierdo mi tiempo pensando en ti,
o qué significa esta hostia
que me da la vida
cuando pasan los días
y todo me recuerda que ya no te tengo,
y que no volveré a tenerte.

El frío de pleno derecho llega con diciembre,
qué rojo se me pone el corazón en diciembre;
bombea ganas de pasar el invierno al desnudo
y despierta las sombras del ventrículo izquierdo,
que siempre ha sido
el que más te echa de menos.

Que fácil es exponerse a veces,
desvestirte de la piel, escribir,
dejar que todo el mundo te radiografíe
como si fuesen máquinas de rayos equis.
Y tú, tan miope... que no proteges
ni un poquito tu intimidad,
que tiendes las bragas en frente del vecino,
y te despreocupas,
perdida,
con esa mirada ausente tan tuya,
pensando solo en qué frágiles parecen esas cuerdas y
qué valientes son los funambulistas que
se dejan el vértigo a saber en qué lugar,
y caminan por encima de ellas,
obligándote a pensar que es porque al otro lado los espera el amor de su vida.

Al otro lado de la cuerda de nuestra historia
sigo esperándote yo
en camisa, sin botones y descalza
llegué hasta aquí dejándome el vértigo en ti
en nuestro último beso...
no vienes, y quiero ir a buscarte
pero perdí el equilibrio en todos
los botones que me arranqué como incentivo
a ver si así llegabas.
A ver si desnuda te imantaba.

Y no. No vienes, ni viniste, ni vendrás.
Así que recojo los botones
y me dispongo a huir,
pero las tontas como yo huimos en círculos.
Que estúpida, que no me doy cuenta
de que
huir de ti
no podrá jamás depender de mi.

Y que pequeña me quedo cuando te confieso,
de estas mil maneras distintas,
que sigo pensándote,
que sigues teniendo libre acceso a lo más profundo de mi.

Cómo es posible
que todas las letras susurren tu nombre,
cómo es posible encontrarte en los detalles de la gente,
en ciertas miradas,
en algunas de las sonrisas más bonitas de la calle
o en los 'buenos días' y el 'gracias' del violinista del metro
cuando le regalo lo poco que me queda en la cartera.
Cómo es posible
que todas las historias se refieran a mi sin ti,
y nunca a ti sin mi...
será que el drama vende;
vende penas como las mías.

No hace mucho me soñé intentando vender
mi alma a las Parcas.
Quería saber si ellas tienen acceso al hilo de tu vida
por si, tal vez,
podían deshacer ese extraño nudo que ha formado
con la mía.
Luego les sugerí
que tuviesen más cuidado con los hilos del destino
que andan enredándose de muy malas maneras.
Y así fue como casi pierdo la vida por tu culpa,
en medio de un sueño.
Y también fue así como me desenredé de ti.

Vamos a dejarnos ir anda,
vamos a dejarnos ir.

viernes, 9 de noviembre de 2012

La rubia sabe de espaldas y más

Llueve, y siempre me pilla sin paraguas,
como tú.
Eres un poco lluvia,
y calas de dentro a afuera
y viceversa. O no.
Ya se me ha olvidado como era.
El caso es que te pareces.
Y creo que es por eso
que imagino un erotismo inherente en los días de lluvia.
Y tal vez sea por eso
que ya me es imposible llegar calada a cualquier lugar
sin recordar el sabor a ti u olerte entre mi pelo,
y sin pensar en tu cama.
Qué de motivos tengo para darte y que termines en la mía.
Qué de razones bien argumentadas,
que tratan desde el frío de mis sábanas,
las nostalgias de mis dedos, las sequías de mis labios,
el insomnio de mis sueños, o las tribulaciones de mi ombligo;
hasta que tengo entumecidas las piernas de esperarte,
y se han vuelto extremadamente torpes,
pero siguen sin dejarme tropezarte.
Como si fueras una piedra que todo el mundo se empeña en quitar de mi camino,
y yo, testaruda, no quisiera otra cosa que tropezar contigo.
Siempre vuelves en otoño,
con esos ojos de nube cargados de tormentas,
buscando las pasiones de mi infierno de los lunes y otras eles,
como analgésico contra tus noches de invierno.
Y te marchas con la primavera,
a disfrutar, en otros cielos u otros mundos,
de los días claros...
Y yo, tan ansiolítica y sedentaria
no me muevo del lugar donde me prometías
al menos un beso más para mañana
-y ya veremos como acaba o si acaba-.
Con la de tiempo que hace que
se perdieron los mañanas,
los después y los hasta luego.
Con la de tiempo que hace que olvidé
cómo me sentaban tus besos
y aquello de que desde dentro me hacían la revolución.
Todo esto me marea.
Sé que algún día te daré la espalda, amor,
lo que no sé
es si será para huir de ti rápido y lejos
o para esperarte de otra manera y con alguna otra intención.




miércoles, 7 de noviembre de 2012

Febril

I only wanted you to know that I never wanted you to go.

Era tan grande la ausencia que no me quedaba más que inventarme fantasmas.
Un par de personalidades para ti, una pasión disfrazada de melancolía para mi...
Me he convertido en la chica más guapa de mi cama esta noche, y te lo has perdido.
Soñé contigo justo antes de rendirme.
Estaba consiguiendo olvidarte justo cuando decidiste amagar con volver...y otras tantas casualidades que casi consiguen romperme, otra vez. Pero en eso consiste esto ¿no? en quebrarse, fracasar intentando huir de ti a través de escribirte o resumirte en palabras tan banales que jamás ponen fin a tu historia.
Liberarse soltándolo todo (soltándotelo todo) tampoco es que funcione tan bien.
Para escribir el mejor lugar donde buscar es un amor hiriente, pero no puedo regocijarme tanto en ti, con lo que dueles.
Para que no vuelvas, pensé, lo mejor es asustarte con obsesiones.
Otro error.
Si no es que vuelvas, es que nunca te vas. Y eso de no irse sin haber estado jamás es la mayor contradicción con la que he intentado definirte.
Si voy por la calle y en el instante en que me giro estás justo a mi derecha, los vuelcos de este corazón no son humanamente soportables.
Entonces calculo el nivel de nostalgia según el temblor de mis piernas, el resultado es alto, y ese pulso que tanto tiempo te ha pertenecido se dispara y da en el blanco, justo en medio de la diana con un dardo por cada latido o martillazo, como si todo el corazón se volviese en contra de mi pecho e intentara atravesarlo.
Pierdo el equilibrio y me siento al borde de ese acueducto tan alto que tantas veces nos ha visto esperar, y otras tantas esperarnos.
Y perder el equilibrio tan cerca de ti es exponerme sin escudo, es como gritar al abismo que quiero caer a toda velocidad si tú estás abajo, sin pensar que me romperé al llegar, que el golpe será mortal y que tú no harás siquiera el amago de echarme una mano para salvarme.
No te tengo miedo, te tengo vértigo. Se te ve tan pequeño, allí tan lejos. Se te ve tan nostálgico, tan inundado por este otoño frío y lluvioso. Y tan pequeño en realidad, y tan increíblemente lejos.
He intentado contarte de mil maneras que te estoy echando de menos, y que todavía no termino de entenderlo, porque no duraste tanto, y si el tiempo hiciese bien su trabajo ya debería haberme dejado olvidarte. Sin embargo, no puedo ni conjugarte en pretérito. Y a veces me da la impresión de que sigo esperando sin atreverme a reconocer que sigo esperándote.

Pero de lo que más miedo tengo, es de que resultes ser una pasión para toda la vida.


 "La única diferencia entre un capricho y una pasión para toda la vida es que el capricho dura un poco más"
Oscar Wilde

jueves, 1 de noviembre de 2012

Tragedia cósmica

 Me moriré de ganas

Luce un lunar en el muslo derecho.

Una firma, una impronta, tan íntimamente escondida como un beso importante,
brillante en todo su marrón, luminoso y ardiente. Un beso de luz que quemó.
Como esos que todavía guardo entre las grietas secas de mis labios.
Secas de ti, que ya no llueves.
Y así ando sobreviviendo-te. 
Ya espero más convertirme en polvo lunar que volver a verte.
Lo agradezco, a veces.
Creo que la labor destructiva que quisimos llevar a cabo entre beso y espalda ya cumplió su función hace tiempo.
Derrumbamos ciudades y vimos como nos caían las ganas a los pies, tan solo unos segundos por detrás de la ropa.
Perdimos la ilusión casi a la vez, en medio de la encarnizada, entre revolcón y abrazo,
pero yo, sin saber si quererte o no, decidí no poder dejar de tenerte.
Querer acercarme más y más me derritió las alas,
Ícaro jamás soñó tener tantas ganas al sol como te las tuve yo a ti.
No supe hacerlo de otra manera, solo quería tenerte cerca, muy cerca.
Seguro que sabrás perdonarme la insistencia.
Dentro de mi se mataban a palos la necesidad de olvidarte, y el apetito de ti.
Todo guerra, muerte y destrucción. Lucha, pasión y sueño, todo, por ti.
Al final tú fuiste el único que se salvó, y sí, hablo de salvarse, de huir y de todo eso que yo no puedo hacer porque quiero seguir teniéndote aquí. Quiero que vuelvas.
Aunque vuelvas a destruirme, aunque nunca vuelvas para quedarte, no tengo defensas contra ti,  pero te quiero aquí, ahora y siempre. Hasta cuando juro y perjuro que no te echo de menos, hasta cuando no te pienso, te deseo.
Saber esto está apagando un poquito mi luz,
me convierto toda yo en un susurro tenue, en los restos de una tragedia cósmica.
Antes me llovían las nubes y las estrellas, de noche y madrugada, más tarde casi a todas horas.
Lluvia, astros apagándose y nostalgia inundándome entera, reduciéndome al silbido silencioso de esa famosa calma que sobreviene a la tormenta.
Cómo avivábamos la tormenta tu y yo.
Y la lluvia fugaz.
Qué eléctricos eran nuestros roces.  
Si haces memoria te darás cuenta de que estoy en todos los momentos en los que te llueve.
Si haces memoria...


viernes, 12 de octubre de 2012

Postdata...

Ojalá estuvieras aquí

'Nadie dijo que fuera fácil remontar el vuelo'

Supongo que algo hay que cenar,
si no estás por aquí cambiándome el hambre,
por ansia de ti.
Supongo que algo hay que engañar
si tú no me necesitas y yo necesito que vengas a dormir,
y a desayunar,
y que te quieras quedar.
Esta noche te sueño
y se me hace eterno esperarte,
con estos brotes de huida psicótica,
que no me dejan vivir.
De huir de ti, o huir hacía ti,
quién sabe, yo ya no sé
si te busco, rehuyo, o qué.
A veces me acuerdo de las ganas que te tuve
y las ganas que te tengo
y como han cambiado.
Aunque sigan aquí, tan adentro.
A veces nos vemos
y nos echamos de menos, a veces.
Yo muero mordiéndome el labio
siempre que estamos juntos,
y revivo en el después de,
cuando me miras de lado.
En tu lado.
En tu rincón del colchón.
En tu esquina de sábana.
(Aunque también sea cierto,
que coincidimos poco en la cama,
y que cada vez cuesta más resucitar.)
Me miras, a veces,
con esos ojos de chocolate
que tanto miedo dan cuando miran sin ver,
fijando pensamientos de quien sabe qué momento
que tú recuerdas y yo no.
De quién sabe qué nostalgia
por la que lucharás
para que mi desmemoriado corazón sea incapaz de olvidar.
Como una botella con mensaje venciendo a las olas,
contra todo pronóstico,
jurando que las letras que lleva son de amor,
y anclando en su isla.
Con la de historias perdidas que hay por ahí
sin nadie que luche por ellas.
Y tú tan persistente.
Yo soy de empezar la mía 'in media res',
y de aparecer desubicada en la tuya,
de repente, sin pintar nada,
con millones de lagunas,
de olvidos voluntarios de casi todos tus detalles.
Intentando redirigir todo a mi antojo.
Me ha salido tan mal...
que ya si que no pinto nada.
Antes dibujaba mil curvas rectilíneas
llenas de contradicción,
que se preguntaban siempre en que dirección andarías suspirando,
y por quién.
Que gota de sangre colmaría el vaso de este drama,
tan amigo de un payaso triste como tú.
Un chico triste como tú,
que solo sabe besar obsesiones,
que muere por abrazar clavos ardiendo,
escocerse los labios en cada beso,
y doler tanto como escuece mi piel
ahora que ya no la tocas.
No era nuestro momento,
y creo que seguimos estando equivocados.
Pero tú y yo siempre hemos disfrutado equivocándonos.







Sin amor, darlin'

A tú salud

Debería haberte arrancado la vida la última noche que nos vimos.
Debería haberme llevado ese cachito de ti que todavía me pertenecía,
y dejarte incompleto para siempre.
Así, como yo.
Sin embargo, tú solito la dejaste morir,
la única parte de ti que yo todavía salvaba.
No hubo entierro, ni final bonito o merecido,
nadie rasgó las cuerdas de un triste violín.
Lo único rasgado fui yo, lo único triste fui yo,
desde la punta del pie,
a los labios rojos de carmín.

Me creí tantas mentiras de doble filo
que cada vez que las recuerdo todavía hoy me acuchillan.
Después de todas esas paradas cardíacas,
tras todos esos suspiros perdidos,
y tú resultaste estar tan vacío.
'Con lo perfecta que es ella' te dije un día que volvías.
La escogiste y te salvaste,
y gracias a eso descubrí
que yo necesito más que un cobarde con prisa
que puede decidir a quién querer.

Una vez soñé que lo conseguías guardando
el corazón en la nevera.
Recubriéndolo de escarcha que helaba las pasiones
y las mantenía apartadas.
Puntos calientes huyendo del frío de esa mirada
de océano antártico. Tan congelado y vacío.
Tan azul y oscuro. Tan helado.

Toma, bebe, y cuéntame, recuérdame,
cómo hiciste con el mío,
ese que todo el mundo decía
que era de piedra,
y que resultó estar hecho del material más endeble.
Ese que huyó después de ti
dejando en su hueco las brasas
de un incendio mal apagado,
de pasiones mal consumidas,
y ese fantasma que acompañaba mis paseos
con un tintineo de cristal roto.

Cuéntame, ¿sabes que así fue?
así fue como quedé convertida en un susurro.
Así, a tú salud y a la de tu amante.

Y yo que solía olvidar ese dolor
tan rápido como los puntos de inflexión
de todas nuestras discusiones, como
las angustias de todos tus desaires,
como las ausencias que dejaron tus mentiras,
como las nostalgias que vinieron después.
Y yo que me creía ya curada
de esa mirada atlántica, de
ese misterio de chico raro y complicado;
y de toda tu historia.
Cuánto daño hiciste, y cuánto tiempo duras.
Acábate, que no me queda vino que apacigüe
las ganas de ti, y el dolor de ti.
Acábate, que no me queda fuerza
para luchar contra tus momentos,
contra tus detalles,
contra tus detalles feos.
Acábate, que yo me acabo.

Acabo consumiéndome entre cigarros,
(no sé si fumando sin saber como fumar)
y sin embargo me quedo sin humo donde ahogarme.
A tú salud y a la de tu amante.

Por favor, acábate, que quiero salir
de esta ruleta rusa, de esta espiral de inquietudes,
acábate, que quiero acabar de olvidarte.
Que quiero dejar de buscarte
en todas las letras de mi vida,
a la vuelta de todas las esquinas
o cada vez que me llueve.

No puedo decir que sea triste
que ya solo te recuerde con algo de cariño
los días en que me llueve,
por aquellos besos que fueron los únicos
con algo de verdad, algo bonitos y
tan mojados y tan llovidos.
Lo único que me queda, que me sobrevive,
lo único que no me estropeaste.
Brindo por eso, por ti y por tu amante.

Sin amor, darling.

viernes, 5 de octubre de 2012

Conspiraciones

Recuerdo, contra mi voluntad.

Llega Octubre y sus nostalgias,
a los ojos que esconden girasoles,
y escogen qué soles seguirán con la mirada.

Llega otoño y sus marrones,
trae predisposiciones al drama
y un baúl de recuerdos entreabierto
del que luchan por escapar antiguos días naranjas
condenados a un olvido premeditado,
estudiado con alevosía,
para convencer al corazón de estar enfermo
de amnesia selectiva,
contra todos tus detalles.

Y sin embargo,
qué crimen tan imperfecto.

Esta noche te quiero en mi cama
y mi corazón tiene uno de sus fuertes ataques de lucidez.
Hoy se acuerda de todo,
se acuerda de todo muy bien,
y ya no hay remedio.
No puedo hacer más que
llamarte, esperarte, desearte
en mi cama,
recordando aquella vez.
Reviviendo aquella vez.
Ay, aquella vez.
Ojalá, tú ya en mi cama, tan rápido como el otoño.




domingo, 26 de agosto de 2012

Secuestros y otros anhelos

Te escribo reincidiendo en helado de limón con chocolate. Mezclando sabores tan distintos como lo son tus labios y los míos. Ven a por mí, fuguémonos, llévame a un verano donde sea viernes y ocho, a alguna isla perdida, o a donde quiera que huyan los no-enamorados a hacer el amor. Corramos por una de esas playas vacías que te inventas las tardes de domingo en el sofá, quedémonos a dormir, a poder ser cerquita del cantábrico, para que tengamos que fundirnos contra el frío contándonos historias calientes, que pasaron, o no. Haz que nos canten nanas las olas, en ese estado de duermevela en el que aparecen los sueños más reales, cuándo más brilla la luna, cuándo más guapa nos mira.
Bailemos en la arena y conseguiré que te pierdas en el laberinto de calcamonias que tengo por todo el cuerpo, obligándote a abrir camino a besos. Firmame las piernas con huellas dáctilares de colores e intenta robarme ese corazón de piedra al cuello que mi pelo se empeña en esconder de ti. Planeemos una fuga, un secuestro, una aventura, en lo que dura una canción, y seamos capaces de llevarnos bien mientras sobrevivimos al ritmo del tiempo que se detiene cada vez que nos caemos juntos al suelo, tronando a cada paso que damos, para asustarnos todavía más si cabe frente al camino. Haz que este corazón desplegable, el del pecho, vuelva a ser tuyo y te regalo mi mundo. Y te regalo todos mis mundos. Porque en todos ellos sueño contigo y ya no te odio tanto. Y ya no te olvido tanto. Cada vez menos. Curame de espantos y corduras, como has hecho siempre.
Vamos a lanzarnos a ese vacío del que todo el mundo habla, para evitar que un fatídico día nos encontremos el corazón tirado y arrugado en una esquina, porque jamás nos atrevimos a usarlo.

sábado, 16 de junio de 2012

Ojos de luz

A veces llega la hora de contar cuentos, y como hemos perdido tanto tiempo nos saltamos el 'erase una vez'. Cosa que no se debe hacer, si la historia empieza de golpe es que será un golpe. Duro, preciso, directo, fuerte, certero. La chica empieza a notar una especial fascinación por los precipicios y todo tipo de vértigos. Así como por otros sabores amargos, agrios y picantes. Casi se nota destructiva para cualquiera que cometa el error de estar demasiado cerca. Tal vez solo esté deseando serlo.
La destrucción tiene algo de atracción irresistible, es guapa. Fascina, es bella. Como ella, que solo tiene que mirar para hacer caer esas torres que todo el mundo dice que fueron más altas y también cayeron. A veces incluso se siente culpable, ha caído tanto a sus pies...
Ha huido tantas veces de la realidad, que en ella se concentran todos los cuentos e historias que se han podido imaginar. Es una princesa en potencia. La hilvanaron, pero se olvidaron de coserla. Y por eso, al estar a medias, no hay príncipes que la salven. Sin embargo, todos los monstruos y villanos de sus pesadillas se han puesto de acuerdo para visitarla en reuniones nocturnas de lo más rocambolescas, y en las que es la más deseada y temida de las flores. Ha perdido la primavera, y los oscuros días de Noviembre la envuelven en un aura de fatalismo, de perdición, de drogadicción, dramadicción, y vicio de poesía. Escribe para olvidar sobre la vida, con los monstruos debajo de la cama, llena las sábanas de palabras suicidas. Siente que la acechan en cada esquina nuevos amores amedrentadores que aspiran a convertirse en nuevos monstruos. Solo los cuentos la salvan. En el rato de un cuento todo está bien. Parece que la sal de esos ojos de mar se ha deshecho y ya no escuece tanto. Las heridas del corazón sanan por inercia. Los rotos se van uniendo, aunque todavía queda algún descosido que ya no se nota. Los precipicios se caen en si mismos o se cierran. Los recodos vacíos se llenan. Y todo está bien. Pero no hay nada más aterrador que la oscuridad después de un cuento. Por eso le mira tanto la luna. Es una muñeca de trapo con la que nadie quiere pasar la noche, constantemente vigilada por esos ojos de luz.

viernes, 8 de junio de 2012

Verano azul

El siglo pasado tuve entre mis brazos un bebé azul, sonriente y mofletudo. Debimos escaparnos al país de Nunca Jamás. A vivir aventuras azules, todos los veranos azules tardíos por culpa de primaveras celestes, para seguir tan azules como esa silla, como sus ojos. Tan redondos como sus mofletes a media carcajada o gorgorito. Y tan pequeños como sus manitas agarrando las mías.

de pequeños y guapos
todos los días eran naranjas.

domingo, 27 de mayo de 2012

Tyler Durden se enamoró de mi

Qué mejor momento para enamorarse que viendo como una ciudad entera se derrumba. Qué mejor momento con el que soñar. Qué mejor momento que dos segundos después de suicidarte y seguir vivo. Qué mejor momento para darle a alguien la mano que ese en el que los dos morimos de amor y miedo viendo caer edificios que se empeñaron en hacer cosquillas al cielo, y lo pagaron.
Cómo debe de ser encontrarte de repente asustado, en medio de una pasión capaz de provocar maremotos, incendios, terremotos, tsunamis, huracanes, despertar volcanes, tormentas eléctricas y llevar a cabo todo tipo de destrucciones románticas, como reacción a un pequeño roce.
O simplemente, capaz de hacer llevaderos los domingos.
Lo nuestro jamás fue una entrega kamikaze. Ni siquiera se acercaba al placer de imaginar todo esto. Nunca fue un riesgo memorable, nunca fue algo inolvidable.
No me conociste en un momento extraño de mi vida. No me conociste. No fuimos fuegos artificiales. No fuimos nada. No me rompiste en condiciones. Solo rasgaste. Lo que tal vez, fue peor. Romperme a medias, que poca decencia la tuya.
Me costó descubrirlo y entenderlo, primero tuvieron que perder fuerza las mareas que me revolvían, luego tuve que convencerme de que merecía huracanas que me revolviesen mejor. Desterré de mis sábanas tu feo invierno y el calor volvió a acostarse conmigo. Entonces descubrí que ya no echaba de menos nada, ni siquiera tu dedo en mi ombligo. Entonces descubrí que al fin era libre y me asusté, y quise huir. Pero huir a buscar un huracán, una prisión, un refugio, un escalofrío.
Pues "libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien". Cernuda lo sabía, y yo también. Buscar una razón para existir, que salvándome de pozos y vacíos de sombras me regale algún drama o tal vez un desayuno en la cama. Quizá más. Una obsesión enfermiza que me haga sentir viva. Quiero volver a dormir. La noche viene a por mi todos los días con sueños dulces que solo me apetece saltar, invento pesadillas por miedo a las cosas bonitas que quiero soñar. Como cuando veía helados de luz en cucuruchos de constelaciones, cuando la luna me sonreía a través de la ventana en una de esas noches tan tranquilas, y se enamoraba de mi, y me mandaba besos y cumplía mis deseos y dominaba las mareas. La luna estaba de mi parte, y no había nada más grande. Pero ese tiempo ya pasó. Ahora tengo otros planes.
Tropezar con sonrisas que me rompan el corazón y jamás me planteé esquivar, debe ser la misión primordial del resto de mis paseos. Romper a llorar de verdad por vez primera en 20 años cuando alguien me haga pensar en días futuros y luego los pise, será un bonito reto. Jugar, arriesgar y perder, y no volver a recuperarme. Enamorarse debe ser una gran aventura. Escapar de este 'país de nunca jamás' que he construido con un par de almohadas vacías. Aquellas que en su día usé como escondite de cincuenta alientos y tres gemidos que se ahogaron conmigo. Volver a precipitarme al placer de la adrenalina de quedar atrapada entre esos brazos que abrazan. Esos brazos que te llevan al borde del precipicio y te sostienen ahí, extasiada, viéndote morir al mínimo vacile, en medio de ese vértigo que es gusto y terror a la vez, atrapada en la más sublime de las sensaciones. Viviendo un amor suicida, una pasión tan peligrosa como atractiva, y destructiva.
Tal vez tenga que darle la vuelta a mi vida para que existas. O tal vez le dé la vuelta al mundo entero para que viva conmigo nuestra trágica historia. ¿Habrá más giros de esos que da el estómago y que lo cambian todo? Los dos sabemos que sí. Sabemos que estás esperando detrás de mis esquinas favoritas y te has enamorado de como me rasco la nariz. Cuando aparezcas podré decir que una noche hice el amor con Tyler Durden y vi derrumbarse una ciudad. Que luego él se convirtió en un hombre normal y aunque quedé destruida, por fin hubo un momento en que estuve viva.

http://www.youtube.com/watch?v=xBJ02B6TTcg

sábado, 5 de mayo de 2012

Si te vas, no vuelvas... es así de fácil

No te atrevas a aparecerte, porque ya no descolocas como antes.
Se me han despegado las cicatrices igual que los tatuajes que me pegaba con saliva a la piel cuando era niña, tú  ya no eres ni restos de adn. ¿Si te froto como a ellos, también desapareces?
No existe el olvido, y tal vez sigan ardiendo tus cenizas, pero no dejarás de ser un Nadie. Sales de mi vida tan rápido como entraste. Pierdes importancia, pierdes fuerza, pierdes golpe así como lo ganaste, en un beso, en una sonrisa de colmillos sin mordisco.
Y de repente apareces, y yo llevo las gafas, y ni siquiera la miopía me salva, perdido ese refugio, obligada a ver, me descoloco. Llévate tus mares joder, que yo me voy a naufragar con un Crusoe, y no queremos las huellas de tus olas en nuestros días. ¿Me vas a obligar a hablar con la luna para que se lleve las mareas de tus ojos? Y quién coño las puso ahí...
Desde luego, alguien me tiene que salvar de tus noches, y de la resaca de todo lo que pudo ser nuestro. Si a ti te han rescatado, si a ti te siguen queriendo, si a ti te besan incluso con amor ¿por qué vas a tener más suerte que yo? ¿Acaso te lo mereces más que yo?
Eres tan solo un tachón en mi poema, un error ortográfico que no volveré a cometer, un verso que ya no me gusta, o una palabra demasiado redicha que ya no queda bién, que no encaja, que afea la armonía de todo lo que escribo. Que me hunde. Conviertes en mediocre todo sentimiento evocado cuando te pienso. Y tengo que huir más de prisa de tu recuerdo o me estancaré. He cogido miedo a las esquinas, a las calles y a esperar donde lo hace todo el mundo. No quiero esperar más rodeada de nadies. Quiero que vuelvan los días naranjas, y que desaparezcas con las nubes y las gotas de agua.
Dice el hombre del tiempo que todo pasará este Miércoles.
Este Miércoles te vas.
Este Miércoles otra vez calor, Madrid, helado y poemas.

martes, 24 de abril de 2012

Optimismos... o no

La misión del corazón optimista: llegar a la conclusión menos dolorosa.
Podría ser peor, podríamos haber sido felices juntos.
Termina siendo un alivio no haber conocido la felicidad de verdad en lo que al roce de un beso se refiere. Aunque sea inevitable que quede esa roedora sensación de: "tal vez... algún día..." Dicen que se llama esperanza, pero qué esperamos ya a estas alturas, de esa cosa que va dejando rastro de corazones rotos y ya nadie encuentra ánimo de definir. Y sin embargo... sigues esperando. ¿Por qué?
Porque todavía no te ha dicho nadie que te envidian las estrellas, y puede no ser verdad, pero sabes que si solo alguien pensase que iluminas tanto... ese sería, y ante él te verías con el corazón en los labios y el alma en las manos sujeta con pinzas luchando por escapar imantada hacía sus brazos. Para entregarse, como siempre, tan rápido...
Porque nunca te han preguntado si has probado a soplarle a la luna, ni te han enseñado a pedirle deseos enviándolos en un suspiro.
Porque nunca te han dicho lo guapa que estás cuando te equivocas, cuando te enfadas, y cuando te das cuenta. Porque nadie ha sabido encontrarte las cuatro curvas que dibujan tus labios en secreto para esconder misteriosos besos en las comisuras. Porque nadie sabe que solo esperas a un Peter Pan que no quiera crecer y te regale dedales. Porque al fin y al cabo todas las historias han sido iguales, y tienes cicatrices que todavía arden. Es esa obsesión por encontrar algo distinto. Son esas ganas de querer, sin embargo y a pesar de todo.

lunes, 2 de abril de 2012

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Sí. Que yo pensaba que no, pero sí. Hay amores de tres. Amores con forma, triángulos isósceles que se van cerrando y siempre suprimen un punto para que termine quedando una línea de dos. El punto suprimido es el afortunado. Aquél que consigue escapar del triangulo maldito de las Bermudas, y que, por lo tanto, merece un amor de verdad.
Algún día escribiré tomos a tus desaires y haré estudios acerca de los cambios de personalidad que sufren ciertas almas cuando pierden el rastro de sus pupilas y la huella de unos dedos que acariciaron y querían.
"Una sola mujer y un millón de maneras de perderla." Dice Benjamín el azul.
Pateando la misma piedra. Por gusto, por afición. Por costumbre, como vivir. Sin remordimientos ni monstruos, es tan solo el sueño del amor.
Morfeo se lleva esas historias para contárselas a los niños por las noches, nos los roba y a cambio nos lleva a volar solo para ver suicidarse a las estrellas.
Para ver como se apagan cada vez que un cumpleañero sopla las velas expulsando lejos sus deseos y babeando tartas. Para demostrarnos que todas las historias mueren, que a veces no queda ni el recuerdo de aquellas primeras horas que fueron las mejores. Nadie busca vengar una historia que acabó destrozando los puntos suspensivos a puñaladas, nadie busca venganza de alguien que dejó de existir.
He muerto para ti.
No puedo evitar que queden recuerdos de algo que ya parece una imagen difusa, una foto borrosa que no nos hace inmortales. Pero puedo no existir para ti, porque tu no eres mi razón ni tengo razones para seguir pensandote. Y he muerto. He muerto en el sentido más bello de morir, en el sentido más libre de morir, en el sentido de olvidar, reír y volar... muy lejos. A vivir entre detalles de un mundo que no podemos perdernos, como el hecho de que la mejor manera de apreciar el arco iris es mojarse y bailar y que llueva; que exista la aurora boreal; que en Noruega haya noches que duran una hora; que el mar puede ser dulce y el sol con abrazos no quema.

jueves, 8 de marzo de 2012

Faltan carruajes y caballos


Nadie dijo que sería fácil, eso de coger toda la negrura de las venas y vomitarla en un papel con manchas de café, parecía muy poético y evasivo. Hacer antologías de un hoyuelo, escribir ensayos sobre infinitas sonrisas en un solo rostro o preguntarse cuántos besos se está dando la gente en un saludo torpe de esos, tan nuestros. Parecía muy romántico. Obsesionarse con pequeños detalles, crear un complejo de Amelie y buscar cafeterías pequeñas en rincones de Madrid para servir solo o cortado un quitasueños a un escritor frustrado. Solo por el placer de verlo mover un boli bic sobre un cuaderno cuadriculado. Que escribe cosas como: "¿En que fatídico momento dejó de entenderse el romanticismo como un proceso con final suicida? ¿En que momento se convirtió en un pastel de merengue empalagoso? " Y frases que tal vez algún día te atrevas a escribir en una pared.
Imágenes de un mundo paralelo que no existe. Un mundo escondido en pompas de jabón llenas de arco iris, en el que, si intentas entrar, todo explota.
No sé amor, no entiendo el desastre en que se ha convertido esto desde que todavía no existes. Ven y explícame tú si entiendes y cómo haces para volar tan alto sin cuerda y sin gas, sin helio y sin alas. O donde las escondes. Y quien te sopla si eres diente de león o pompa de jabón. Dime si es un vaquero sacado de una peli del oeste y si me lo encontraré un miércoles en el templo de Debod haciendo saltar alto a pequeños y grandes, sonriendo a cámaras que tiemblan entre dedos inexpertos y siempre a contraluz. Dime si te encontraré en el deseo de unos ojos azules con trenzas rubias que deshojan margaritas anticipándose a la primavera. Dime si estarás jugando al escondite en forma de carcajada infantil o si eres una de esas personas que salen a correr a los parques y a las que tanto envidio. Dime si tengo que esperar o consultar bolas de cristal para encontrarte. Dime si vas a aparecer pronto o aparece, que tengo mil propuestas que hacerte.

" Te propongo construir un nuevo canal, sin exclusas ni excusas, que comunique tu mirada atlántica con mi natural pacifico"

sábado, 3 de marzo de 2012

Te busco porque eres oasis.

Y tú te dejas encontrar.
Nos volvemos juntos a otro verano que ya no sabemos si es recuerdo o sueño.
Donde te mandaba deseos de 15 céntimos: "Quiero que me dediques un rato, que me abraces y me beses hasta que se me fundan tus manos en la piel o se me sequen los labios. Quiero una noche de esas en que amanece y no nos damos cuenta"
Una noche de esas en que el sol se cuela por el resquicio de una ventana cerrada, y nosotros nos revolvemos sobre colchones polvorientos y nos abrazamos contra la luz.
Eres oasis, y por eso calmas, la sed y el hambre y las ganas. Pero no duras, no eres esa clase de oasis, y te vuelves espejismo si parpadeo. Te busco, intentando escapar, porque como dice mi oasis sempiterno: "Huir significa ir a buscarte" y con estás palabras de pan tan nostálgicas que le cambio por vigilar sus siestas o  paseos, risas y caricias en la rodilla, me responde mil preguntas y me define por qué huyo, escapo, corro, desaparezco, vuelvo, y busco. Y te busco. A ti de momento, cómo buen espejismo que te empeñaste en ser cada vez que yo cerraba los ojos para pensarte, y tú creías que no te soñaba; a la razón de mi existencia a largo plazo, pero todavía tengo que huir de mucho más para eso.
Eres mi historia perenne con sabor a verano, primavera e invierno, y el olor a otoño que has dejado en mis labios al final.
Y sabes bien, y no dueles, como las espinas que vinieron después.
A veces pienso que después de ti nunca debió haber otros ojos. El color de la coca-cola es mucho más acolchado que el del mar. Nunca nadie debería fijarse en los ojos que hacen naufragar. Y menos si tienen dos islas desiertas en las que perderte. Y menos si esos mares se convierten en masas de olas enfurecidas un día de repente y te expulsan de sus pupilas, con todo lo que tú amabas, con todo lo que tú querías, con nada de lo que tú buscabas y todo de lo que huías. Pero hay cierto gozo morboso en ese pesar para todos los románticos. Por eso hasta me gusta un poco arrepentirme y considerarlo "error" y saber que acabó mal y querer que así sea. Por eso me gusta un poco tener una historia de esas tan feas, por ser espina y puñal, por ser tijera donde había tapices de hilo y dedal, por ser veneno que recorre las venas, por ser una de esas que cuesta olvidar.
Por ser una de esas que nadie recomienda.
Por ser una de esas que cuando ya no duelen, te hacen rabiar.
Como lo fuiste tú también, un invierno irritante en el que hizo demasiado frío y no había ni gota de chocolate.
Así que me quedo con mi oasis sempiterno que me inventa palabras los miércoles y el resto de días de la semana me las cuenta, que escribe frases que hacen entender historias, y que se queja conmigo de lo solas que estamos y de esa gente que nos conoce en los momentos más extraños de nuestra vida.
Mientras tanto yo sueño con mi tyler durden, mi alterego, mi Brad Pitt, que me dice:
Huye, de todas tus historias, si huir significa ir a buscarte, y buscarte (por definición) merece encontrar.

lunes, 20 de febrero de 2012

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Una vez prometí que iba a querer hasta que se me parasen los pulsos, creyendo en la imposibilidad de que ciertas cosas sucedan, como hacer un beso eterno por el simple hecho de fotografiarlo, o que de dos mosquitos atrapados en el ámbar se pueda extraer de verdad adn, pero sí, hay cosas imposibles que pasan. Y a mí se me pararon los pulsos, y quedé suspendida en un limbo de frustración y pesar y dramadicción. Me iban envenenando los besos regalados, despegando la piel de los labios. Me desaté en un frenesí sin limites cuando volviste, pensando en aprovecharte al máximo y exprimirte hasta la ultima gota o la última palabra bonita que tuvieses para mí. Confiando absurdamente en que tal vez quedase algo de aquella persona a la que yo le prometí que, si el pulso seguía bailandome en el cuello y las muñecas al son de los latidos, seguiría queriendo de la misma manera. Pero dime, ¿qué valor tienen las promesas hechas a alguien que ya no existe? Cuando desapareciste se rompieron también todos los hilos que formaban los tapices de colores brillantes que tejí para ti en Times New Roman y de los que te hacía lecturas suspiradas. Y mejor, teniendo en cuenta que quererte fue lo peor que pude hacer, porque nunca supe hacerlo.
Después de aquello me metí en sueños de bulevares y me creí mujer fatal, me descontrolé y me perdí, y fui de corazón en corazón dejando el mío por el camino sin rastro de migas de pan. Y convirtiéndome a la vez en esa nube larga que queda al paso de los aviones en el cielo, y que solo ven los que están abajo, muy muy abajo.
Cometiendo excesos, y exigiendo gangsters pero conformándome con pobres espanta-pájaros que buscaban también su miedo. Y cuando no, me lanzaba desde lo alto de cascadas a vacíos sin agua, imitando a una Pocahontas imprudente que no hacía caso a consejos de Sauce. Me regodeé en amarguras intentando taparlas con montañas de azúcar y dando mil mordiscos a manzanas prohibidas. Siguiendo los pasos de Eva y engañando Adanes.
Con una especie de mueca por sonrisa y sin boca de fresa, me dedicaban la canción de 'Princesa' por lo de la camisa sucia e ir cambiando de perro ladrador. Mi vida se convirtió en una comedia en blanco y negro con bombines y bigotes a lo Chaplin y carcajadas silenciosas.
Ya nadie me sigue en los viajes. Ni se esconde en las esquinas de mi calle a verme entrar en el portal.
Y entiendo las mil razones de la nueva yo, dejando pasar los trenes fantasma que me invento traqueteando vías muertas.
Pero intento tratarme y voy inyectándome en vena dosis diarias de cosas bonitas, y no me va mal. Es tan fácil enamorarse en Madrid. Aunque a veces Madrid sea un desierto de asfalto.
Supongo que todos nos sentimos alguna vez como en un desierto, con distintos tipos de sed y hambre y distintos tipos de soledad.
La vida es muy triste sin cosquillas. Y para la gente que las tiene escondidas como yo, todavía más. Sobretodo cuando nadie quiere aprenderte y tú te estudias a fondo a la primera persona que te inquieta y se te antoja interesante. Vives buscando especies a estudiar. Y con ese miedo de no dejarte emocionar demasiado, porque una pequeña taquicardia puede explotar un corazón pequeño, o hacer astillas un corazón helado. Helado de frío. Porque algunos se han llevado su calor. Y solo nos queda decir adiós. Con el dedo corazón y un buen corte de mangas. O hasta luego, con los labios húmedos y cierto sabor amargo a beso robado.

sábado, 11 de febrero de 2012

'Tú eres la razón de mi existencia'

Construyendo diques a tus glándulas lacrimogenas, no te vas a salvar.
Algún día se desatarán oleajes de dolor, y a saber a quien alcanzan.
Mil y un tsunamis entre tus pestañas que llegan al borde y vuelven atrás. 
Sigues buscando a alguien que te dé vueltas en el aire durante paseos poco tranquilos. Tal vez pongas carteles con un "wanted", de se busca y de querer.
Tal vez empapeles todo el Retiro. Y aún así no te salvarás.
No te salvará huir del invierno a lugares donde te roce el sol. Porque el sol ya no te toca.
Tienes pesadillas que brillan de angustia, donde te asfixias en abrazos de bufandas que cogen forma de piel de serpiente. Te sepultan en arcilla y esculpen contigo dentro un cuerpo más bonito, una persona más interesante, alguien mejor y más fácil de querer. Rompen a mordiscos tus sueños de cartón piedra. Y nadie te salva.
Escondes el corazón en vasos, y rebosa de amor. Pero a tus cartas se les borró la dirección, y no volverás a escribirles remite por vergüenza.
Te cuesta respirar en los paseos nocturnos por Madrid. Porque las luces de las farolas te sobrecogen.
Estás vacía como las piscinas en invierno. No es lo mismo si no hay chicos malos. Echas de menos. Tu amor echa de menos que le sean infiel. Necesitas un loco otra vez en tu vida. Que te dé la vuelta a la tortilla en el aire. Igual que te las da a ti en los paseos. Que te llene, cómo las botellas de agua. Aunque sea a medias. Que te quiera o no, da igual, lo importante es lo que tú sientas. E inmolarte como una puta kamikaze en el mejor dolor que existe. En la misión más peligrosa y atractiva de todas, la de buscar a la mariposa de Vietnam que llene tu vida de 24 horas de micro-momentos de felicidad. Que te invente los recuerdos y las mil formas de explotar tus 8 sonrisas, que te enseñe la caricia que tienes al final de la linea oblicua de tu mandíbula. Y te dé los besos que guardas en las comisuras, sin candado. Que te regale bolas del mundo y se esconda debajo de tu cama. Que te escriba en la espalda las cosas que no quiere que olvides nunca. Y te ayude a leer en el braille de las caricias suaves de las yemas de sus dedos y aprender con la memoria de la piel. Que te dé todos los besos cómo si fueran el primero y rebobine una y otra vez la sensación de resurrección de la pequeña mariposa en el estomago, y el cosquilleo de su aleteo.
Entonces puedes dejarte llevar por los terremotos, como si de tu estomago a tus labios, tus brazos, tus ojos, tus piernas, tus pulmones y tu corazón hubiese la misma distancia que de aquí a Japón. Y cuando te invaden esos terremotos, esos temblores, las taquicardias, la falta de aire, los huracanes, y te inundan por dentro, solo hay un acto capaz de exponerlo para intentar mostrárselo a él. Y todos sabemos cual es. No hay lenguaje más elocuente que el del propio cuerpo. Y no hay forma humana de parar eso que se siente. Y si la que escribe supiese de lo que habla, tal vez todo esto sería más creíble. Tal vez no serían solo imágenes. Tal vez podríamos hablar de amores improbables. Amores de esos que todavía no existen, pero que uno se imagina todos los días. Y es que yo: soy frío si no puedo calentar mis pies en tus piernas. Soy demente sin  tus conversaciones irónicas y desvariantes. Soy enferma sin un beso de buenas noches. Soy tatuadora si tú me lo pides, y dibujo los ángeles que quieras rodeándote las caderas, usando tinta o saliva, siempre lo que tú prefieras. Soy eddin para escribirte poemas de amor en la espalda. Soy insomne si no duermo contigo. Soy una adicta atormentada por el mono si estamos más de seis horas sin hacer el amor. Soy alma pérdida si no existes. Por eso te invento. Porque sino, no existo. Y porque inventarte, me hace inmortal.

'Tú eres la razón de mi existencia: Si no te conozco no he vivido, si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido'
Luis Cernuda.

martes, 24 de enero de 2012

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"Echo de menos los cuellos. Me alisté al ejercito del verano para hacerle la guerra a las bufandas. Ya solo nos quedan 158 días de lucha. Besos en la nariz y apretones de manos son duros aliados contra el frío. Pero aquí no tengo a nadie con quien compartirlos. Te echo de menos. Creo que conseguimos derrotar a la nieve la ultima vez, todavía ni un copito.
Aunque de momento perdemos la batalla, sobretodo porque el enemigo se ha aliado a narices frías y estornudos... pero tenemos tiempo. Tenemos tiempo. Cada vez que perdemos me acuerdo de ti. Y de todas tus victorias en la cama, tú siempre ganabas, aunque no tuvieses ni un puntito de razón.
Seguimos en ello. Confiamos. Parece que hace menos frío.
Y de repente una mañana amanece y todo está blanco. Hasta el cielo es blanco, ¿donde está el naranja? Hace más frío que nunca, y hiela y se resbala el alma. Y tropiezo, como siempre pero más. ¿Te acuerdas de como me sujetabas cada vez? Eran paseos interesantes ¿verdad?
Yo y los inviernos buscábamos el calor queriendo equivocarnos en lo cierto y volver a estar al borde de los precipicios. Al ardor de la adrenalina. Cómo cuando se acercaban tus labios.
Tengo dudas, no sé si desertar de la lucha, porque todo ha cambiado, parece que este manto blanco envuelve el corazón. Te invade la nostalgia y la magia de una ciudad de cuento de nieve. Y disfrutas y empiezas a pensar que no importa el frío, que vale la pena caminar melancólica por las calles milenarias y vetustas.
Dormimos en trincheras de arena con olor a mar. El uniforme es un pantalón corto militar y camiseta blanca de tirantes, estoy a punto de coger una pulmonía. Pero seguimos cabezones contra el frío, no hay dolor. Mis pies no piensan lo mismo. Definitivamente dejo esta guerra absurda, cuando acabe esta carta me pongo una bufanda, un gorro, guantes y botas y huyo rápido a buscarte, espérame en la cama y calienta las sábanas, que dos minutos después de que recibas esta carta estaré dándote un beso.
Te quiero"

Hacía tanto que no escribía un te quiero sin dirección.

Terremoto rubio en el mundo Playmobil

Y el cuento de una luna que por más que brillase no le hacía competencia a los diamantes que rodean dos pupilas que te cuentan la historia del pirata mala pata y un Barba Negra de barba blanca. Del playmobil con el ojo morado que se llevaban en ambulancia y cómo había encontrado vendas mágicas que tardan dos minutos en curar. Del avión que se estrella contra un barco y la historia de amor que surge del accidente.
Un pequeño sueño de muñeca torpe que en lo que te baila su historia se cae una vez por cada coma. Por hacer más entretenida la pausa. Te sumerge en su imaginación y ya te tiene hipnotizada, aunque le prepares la merienda y la deje sobre el primer cajón, te diga que luego se lo acaba y te lo encuentres al día siguiente en el mismo sitio, pan Bimbo duro y jamón seco. Pero se lo dices y se ríe y te manda la regañina al parque donde se olvidan las broncas. Y es que ella sabe que sonríe y deja rastro de corazones compungidos.
Despierta huracanes en la alfombra, y te absorbe y ya no sabes ni donde estás.
Es poco más de medio metro y destaca por encima de todos.
Tiene efecto rebote de encanto que dura por semanas.
Es una trenza rubia que te enreda en su mundo y ni quieres ni puedes escapar, te sube a la torre como la más bella Rapunzel y te quedas viciado a sus historias eternamente. Y no existe centro de rehabilitación ni cura para esa droga de cuento y sonrisa. Es ella solita, con sus nueve primaveras, la que consigue todo eso y más. Y nos vuelve locos y todavía no nos la comemos, pero nos falta poco.
Nuestro pequeño desastre:

viernes, 13 de enero de 2012

Madrugadas

No hospedo más suspiros entre sábanas,
no regalo corazón a gangsters ni canallas.
Ya no me dejo romper,
no siento, pero miento.
No quedan cuentos que creer.
Me contaron las mil y una noches en verso de miel.
Y me bajaron lunas rojas, manchadas de sangre, sangre de espinas de rosa.
Regalo de cobardes.
Camino temblando, no de miedo, no se tiene miedo cuando no se tiene qué perder,
tropiezo, pero no importa, todavía me levanto.
No me voy a romper.
La niebla es densa.
Pero siento que me apuntan desde las sombras.
Te he visto.
Deja de atacarme con esos ojos de mar,
que ya he mandado los aleteos de mariposa a Japón,
y yo aquí solo espero terremotos.
Cambio de número, de casa, de ciudad, de país, de manos, de besos, de nariz y hasta de entrepierna, con tal de que no me busques más.
No hubo jamás invierno tan triste.
Que se mueran Diciembre y Frío y su afán por hacer que todo el mundo camine abrazado.
Que mueran entre esos guantes que no me dan la mano.
Que sufran, si me reservan las estalactitas de la nariz solo para mí.
Sin opción de besos calientes a la vuelta de ninguna esquina.
Sin remedio de café, que cure la helada que tengo por dentro.
Voy a condenar a este Enero al rincón de los inviernos feos que dolieron.
Castigado por no sepultar con nieve los recuerdos.
Se echa de menos:
Hacerme inmortal luchando entre colchones,
con uno no bastaba.
Y perder las sábanas, la cordura y el tiempo.
Pero sé que te voy a olvidar en alguna esquina de la ciudad.
Huirás.
Madrid me va a enseñar a contar tu historia empezando por el final.
Y tú huirás.
Como todos los cobardes.




Tú, anti-adictos al riesgo.
Y yo, una yonki de la adrenalina de las caídas y de los precipicios.

lunes, 2 de enero de 2012

Despedidas amargas y bienvenidas que no llegan.

Odio a los enamorados, y no quiero evitarlo.
Odio Diciembre y su frío que invita a caminar pegados.
Odio este invierno sin nieve que me está matando.
No tengo a nadie a quien decirle "yo aquí odiando todo, y tú ya no estás"
porque no hay nadie que debiera estar. Nadie que se merezca la dirección de un sobre con mis letras.
Ni que merezca una vida de recuerdos dejada atrás.
Ya no consuela ni el sexo sin amor. Ni el recuerdo de aquel "hacer el amor" que en realidad era solo sexo.
Ya no consuela pensar cómo creía que te engañaba cuando me acostaba en tu cama. Cómo creía que controlaba la sensación de tu olor. Ya no consuela nada.
Todo el mundo se despide de un año que se va, de un año más de vida.
Nunca empecé tan mal desde la primera mañana. Y echo de menos la nieve y el frío y mi cuerpo ardiendo de fiebre al rozarte. La lluvia mojándome los labios y el pelo, acariciándome mejor que tú y con más cuidado y dedicación, como para no romper piel de porcelana.
Echo de menos aquella cosa indefinida que corría de arriba a abajo por mi tripa y me hacía creer que si mantenía la sensación me haría inmortal. Valiente e inmortal. Para recordarte aquella vez que comenzaste a creer que nada podría destruirte, destruirnos.
Sin embargo, no fue tan duro comprobar que esa sensación es tan corta como lo eran tus besos.
Tenías breve encanto.
Fuiste breve, pero intenso, como todas las mentiras.
Tan falsamente cierto todo tú como mis "te quiero". Tan dolorosamente imperfecto y distinto. Tan repentinamente cruel y cínico.
Y gracias a dios, fuiste.
Aunque siga sin poder terminar un texto no hablando de ti.