viernes, 25 de noviembre de 2011

Bésame, que 'sepo' a fresa

Tiene cinco lunares en la oreja derecha. Cinco, como las cinco veces que lo hicimos mirandonos a los ojos aquella mañana-mediodía-tarde-noche de lluvia, que bautizaba nuestro Noviembre. No, mi Noviembre. Hace tanto que desapareció ese "nuestro", "nosotros".
Cinco detalles, que aún se me escapaban, tan aprendido como creía que le tenía. Tan experta como me veía recorriendo la curva de las venas de su antebrazo con un dedo.
Me has cambiado los detalles, has añadido otros que no me gustan, ya no es como cuando parecía que eras tú, que siempre habías sido tú. Simplemente ya no es. Y por no ser es un sinsentido. Y tú a lo tuyo. Y yo mientras pidiendo que me besen. Que me saben los labios a fresa. Prometido. Bésame. Prueba. Mientras tanto yo iré esnifando olores que se parezcan al tuyo. Y no estoy hablando de perfumes... nunca fue un asunto de perfumes. Ni de besos, ni de movimientos, ni de palabras ni de voces, y en el asunto de tus ojos, prefiero no entrar. Cierro esa puerta porque corro el riesgo de perderme de nuevo y para siempre.
Madre mía, como has dolido siempre. Tú, a la cabeza de mi lista de cosas bonitas, que estaba antes de la de cosas necesarias, que iba antes de la de las imprescindibles, y antes de la de las obligatorias. Créeme. ¿No confías en mi? Haces bien. Ya no eres tú. Yo ya no soy yo. Y mi corazón ha perdido tu ritmo. Va descompasado, bombea otro código, y el tuyo no lo entiende.
Ya no nos entendemos. Ya no nos queremos. Ya no nos vemos.

viernes, 18 de noviembre de 2011

"Aún sigo rebañando tu último beso"

Quiero hacer contigo lo que el otoño hace con los árboles. Deshazte de toda esa ropa.
No puedo más contigo, pero quiero hacerte lo que el invierno a las gotas de lluvia. Y que quedes congelado para siempre en un rinconcito ventricular, así, latente.
O no, creo que mejor te derrito. Voy a hacer de manta sobre ti, y nos fundimos en agua ¿te parece? O en saliva, como tú prefieras. Como siempre. Recuerdame una sola vez que no haya sido así. Tan tuya, tristelizmente tuya. Yo era nihilista hasta que te conocí y comencé a creer en que ciertos ojos podían ser capaces de invitarte a sucumbir a la droga de sus promesas, y hacer que pierdas el rumbo navegando en botellas de cristal de bohemia por los infinitos mares que prometen.
Si no se desintegra tu piel en millones de moléculas, y puedo disfrutar recorriendo con el dedo indice todas tus constelaciones de lunares, desde la pequeñita de la oreja a la del brazo, en ese cielo suave y marrón de tu piel... puedo morir poco a poco en cada suspiro y resucitar con cada bocanada de tu olor.
Son tan ciertos tus detalles, y aún así dudo que existas.
Eres la sístole de un corazón arritmico hasta que te encontró.
No dejes de respirarme en la nuca, no dejes de empañarme de vaho los sueños que no tengo cuando duermo siestas contigo. Y no dejes que este paréntesis dure demasiado. Firmaré nuestra historia dejando un buen sabor de boca a uvas y queso. Lo prometo.
Pero no terminaré esta carta con un "te quiero" porque ya llevo más de cien mentiras y esa no sería la única cierta.