miércoles, 19 de junio de 2013

Dulce derrota

Destila vida aunque esté triste.
Puede verse, aunque es solo
un pequeño destello en medio de una nebulosa.
Pero no ha desaparecido todavía.
Es el blanco perfecto para una bala perdida,
va sin rumbo y no entiende las brújulas.
Con los sentidos embotados,
y una debilidad corrosiva
que quema desde los huesos más pequeños
hasta el último poro.
Su corazón claudica cada vez que alguien
le pregunta por qué,
y ella no sabe.
Eso es lo más triste que no le dijo alguien.
Y llueve y llora todo a la vez,
sola
cuando el mundo ahí afuera
muere de calor,
y exilia en ella todo su frío.
Alguien que vacía un vaso de agua
delante de un sediento
es menos cruel que aquél que no le contó por qué.
Ha aprendido a desconocer la rabia,
y ya no entiende de rencores,
solo quiere fijar un velo de acero,
que parezca que se puede pero sea imposible de apartar,
justo en frente de todo lo que tenga que ver
con la tormenta más destructiva que asoló sus días.

-Lo más bonito de perderte
es que pierdo,
el que pierde siempre aprende más,
y yo aprendo a no querer lo que me sobra-.

Por otra parte, ganar una batalla sabiendo que el contrincante,
la tiene perdida de antemano,
no tiene ningún mérito.

Colecciona desengaños,
los guarda en frascos y se los bebe para ahogarlos otra vez;
como aquella señora que bebía lágrimas,
pretendiendo ahogar llantinas.
A veces le gustaría tener por corazón
algún mecanismo más frío y sólido,
que no jugase con ella
y que nadie más pudiese tocar.
Cose, compulsivamente, cualquier agujero de su ropa,
como si intentase remendar por fuera,
lo que no tiene remedio por dentro.
Y oculta, tapa, disimula, maquilla, esconde
al mundo todo su dolor.
Que dolerse a uno mismo ya es bastante complicado.

-No dueles tú,
ni tu ausencia,
no duele tu huida,
ni que fuese repentina,
como la muerte cuando busca
ser la más hija de puta.
Me duelo yo,
duele mi incapacidad de huir,
me duele seguir aquí esperando
y no querer perder el tren,
y desear a la vez, que ese tren no vuelva nunca.


Y como este dolor no tiene nada que ver contigo,
alguien habrá que cure mis heridas.
Y tampoco entonces me acordaré de ti-.

Dulce derrota la del que quiere ser vencido.
Dulce victoria la del perdedor que gana más con lo que pierde.