martes, 12 de abril de 2016

¿Y tú qué prefieres, querer o que te quieran?

En mi boca sigue escondido el recuerdo
de un beso que inundó mi casa.
Las lágrimas más fáciles
mojaron todos sus nombres,
de rabia y por orgullo.
Pero nunca pude llorar de dolor.
La gente tiende a pensar
que cuando no se llora es que no duele.
Pero el dolor de verdad,
el que se queda,
no se limpia con el llanto
y siempre deja secuelas:
un tic en el ventrículo izquierdo
al oír la palabra 'verano',
una mueca extraña cuando alguien pide el café sin azúcar
o ese gesto involuntario
que te lleva la mano al pecho para intentar sujetarlo,
al chocar con su perfume en otro cuello.

-Yo quise quererte toda la vida-

Sé que sólo echo de menos
la sombra de todo lo que desee que fuera.
Pero echo infinitamente de menos
el efecto de aquella luz
sobre la figura que imaginé a mi medida.

-Una vez tuve en el oído
tus latidos,
y luego todo se apagó.-

Sé que quise tanto que odié
y sigo odiando,
porque la indiferencia
no quiere instalarse en mis nostalgias. 

Mordí su piel con tantas ganas
que nada ha vuelto a parecerse
a ese sabor caliente y letal
escondido ya en el tiempo de otra vida. 

Reconozco el escozor
en la cicatriz entreabierta de la duda,
cada vez que alguien me gusta.

Hoy sólo puedo lidiar con
historias que sé que acabaran. 
Y así, desde hace algún tiempo,
empiezo los poemas por el final.

- Estás en todas las palabras
que hablaron de amor.-

Cuando leo a Cernuda soñar con que el hombre pudiera decir lo que ama,
encuentro en la punta de mi lengua tu inicial.
Y me gusta.
Si Oliverio habla de la que vuela,
nos veo cogidos de la mano
en un mundo que envidia nuestras alas.
Y cuando Benedetti cuenta su estrategia,
recuerdo muchas tardes de invierno en el sofá.

Como le pasara a Vicente Huidobro,
si estoy triste,
apareces en todos los lugares donde pongo los ojos.
Y el escozor resucita,
la herida sigue viva porque es la única que tengo,
y yo siempre he preferido tiritar al ritmo del daño
a no sentir nada en las mejillas. 
Por eso me pasa,
que cuando el mundo de otros
se desmorona a mi alrededor
y busco en el dolor para entenderlo;
yo te echo de menos.

Pero ya no me da miedo,
entiendo que la vida es eso:
un sentimiento,
el que sea,
pero uno.