martes, 24 de abril de 2012

Optimismos... o no

La misión del corazón optimista: llegar a la conclusión menos dolorosa.
Podría ser peor, podríamos haber sido felices juntos.
Termina siendo un alivio no haber conocido la felicidad de verdad en lo que al roce de un beso se refiere. Aunque sea inevitable que quede esa roedora sensación de: "tal vez... algún día..." Dicen que se llama esperanza, pero qué esperamos ya a estas alturas, de esa cosa que va dejando rastro de corazones rotos y ya nadie encuentra ánimo de definir. Y sin embargo... sigues esperando. ¿Por qué?
Porque todavía no te ha dicho nadie que te envidian las estrellas, y puede no ser verdad, pero sabes que si solo alguien pensase que iluminas tanto... ese sería, y ante él te verías con el corazón en los labios y el alma en las manos sujeta con pinzas luchando por escapar imantada hacía sus brazos. Para entregarse, como siempre, tan rápido...
Porque nunca te han preguntado si has probado a soplarle a la luna, ni te han enseñado a pedirle deseos enviándolos en un suspiro.
Porque nunca te han dicho lo guapa que estás cuando te equivocas, cuando te enfadas, y cuando te das cuenta. Porque nadie ha sabido encontrarte las cuatro curvas que dibujan tus labios en secreto para esconder misteriosos besos en las comisuras. Porque nadie sabe que solo esperas a un Peter Pan que no quiera crecer y te regale dedales. Porque al fin y al cabo todas las historias han sido iguales, y tienes cicatrices que todavía arden. Es esa obsesión por encontrar algo distinto. Son esas ganas de querer, sin embargo y a pesar de todo.

lunes, 2 de abril de 2012

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Sí. Que yo pensaba que no, pero sí. Hay amores de tres. Amores con forma, triángulos isósceles que se van cerrando y siempre suprimen un punto para que termine quedando una línea de dos. El punto suprimido es el afortunado. Aquél que consigue escapar del triangulo maldito de las Bermudas, y que, por lo tanto, merece un amor de verdad.
Algún día escribiré tomos a tus desaires y haré estudios acerca de los cambios de personalidad que sufren ciertas almas cuando pierden el rastro de sus pupilas y la huella de unos dedos que acariciaron y querían.
"Una sola mujer y un millón de maneras de perderla." Dice Benjamín el azul.
Pateando la misma piedra. Por gusto, por afición. Por costumbre, como vivir. Sin remordimientos ni monstruos, es tan solo el sueño del amor.
Morfeo se lleva esas historias para contárselas a los niños por las noches, nos los roba y a cambio nos lleva a volar solo para ver suicidarse a las estrellas.
Para ver como se apagan cada vez que un cumpleañero sopla las velas expulsando lejos sus deseos y babeando tartas. Para demostrarnos que todas las historias mueren, que a veces no queda ni el recuerdo de aquellas primeras horas que fueron las mejores. Nadie busca vengar una historia que acabó destrozando los puntos suspensivos a puñaladas, nadie busca venganza de alguien que dejó de existir.
He muerto para ti.
No puedo evitar que queden recuerdos de algo que ya parece una imagen difusa, una foto borrosa que no nos hace inmortales. Pero puedo no existir para ti, porque tu no eres mi razón ni tengo razones para seguir pensandote. Y he muerto. He muerto en el sentido más bello de morir, en el sentido más libre de morir, en el sentido de olvidar, reír y volar... muy lejos. A vivir entre detalles de un mundo que no podemos perdernos, como el hecho de que la mejor manera de apreciar el arco iris es mojarse y bailar y que llueva; que exista la aurora boreal; que en Noruega haya noches que duran una hora; que el mar puede ser dulce y el sol con abrazos no quema.