viernes, 9 de noviembre de 2012

La rubia sabe de espaldas y más

Llueve, y siempre me pilla sin paraguas,
como tú.
Eres un poco lluvia,
y calas de dentro a afuera
y viceversa. O no.
Ya se me ha olvidado como era.
El caso es que te pareces.
Y creo que es por eso
que imagino un erotismo inherente en los días de lluvia.
Y tal vez sea por eso
que ya me es imposible llegar calada a cualquier lugar
sin recordar el sabor a ti u olerte entre mi pelo,
y sin pensar en tu cama.
Qué de motivos tengo para darte y que termines en la mía.
Qué de razones bien argumentadas,
que tratan desde el frío de mis sábanas,
las nostalgias de mis dedos, las sequías de mis labios,
el insomnio de mis sueños, o las tribulaciones de mi ombligo;
hasta que tengo entumecidas las piernas de esperarte,
y se han vuelto extremadamente torpes,
pero siguen sin dejarme tropezarte.
Como si fueras una piedra que todo el mundo se empeña en quitar de mi camino,
y yo, testaruda, no quisiera otra cosa que tropezar contigo.
Siempre vuelves en otoño,
con esos ojos de nube cargados de tormentas,
buscando las pasiones de mi infierno de los lunes y otras eles,
como analgésico contra tus noches de invierno.
Y te marchas con la primavera,
a disfrutar, en otros cielos u otros mundos,
de los días claros...
Y yo, tan ansiolítica y sedentaria
no me muevo del lugar donde me prometías
al menos un beso más para mañana
-y ya veremos como acaba o si acaba-.
Con la de tiempo que hace que
se perdieron los mañanas,
los después y los hasta luego.
Con la de tiempo que hace que olvidé
cómo me sentaban tus besos
y aquello de que desde dentro me hacían la revolución.
Todo esto me marea.
Sé que algún día te daré la espalda, amor,
lo que no sé
es si será para huir de ti rápido y lejos
o para esperarte de otra manera y con alguna otra intención.




miércoles, 7 de noviembre de 2012

Febril

I only wanted you to know that I never wanted you to go.

Era tan grande la ausencia que no me quedaba más que inventarme fantasmas.
Un par de personalidades para ti, una pasión disfrazada de melancolía para mi...
Me he convertido en la chica más guapa de mi cama esta noche, y te lo has perdido.
Soñé contigo justo antes de rendirme.
Estaba consiguiendo olvidarte justo cuando decidiste amagar con volver...y otras tantas casualidades que casi consiguen romperme, otra vez. Pero en eso consiste esto ¿no? en quebrarse, fracasar intentando huir de ti a través de escribirte o resumirte en palabras tan banales que jamás ponen fin a tu historia.
Liberarse soltándolo todo (soltándotelo todo) tampoco es que funcione tan bien.
Para escribir el mejor lugar donde buscar es un amor hiriente, pero no puedo regocijarme tanto en ti, con lo que dueles.
Para que no vuelvas, pensé, lo mejor es asustarte con obsesiones.
Otro error.
Si no es que vuelvas, es que nunca te vas. Y eso de no irse sin haber estado jamás es la mayor contradicción con la que he intentado definirte.
Si voy por la calle y en el instante en que me giro estás justo a mi derecha, los vuelcos de este corazón no son humanamente soportables.
Entonces calculo el nivel de nostalgia según el temblor de mis piernas, el resultado es alto, y ese pulso que tanto tiempo te ha pertenecido se dispara y da en el blanco, justo en medio de la diana con un dardo por cada latido o martillazo, como si todo el corazón se volviese en contra de mi pecho e intentara atravesarlo.
Pierdo el equilibrio y me siento al borde de ese acueducto tan alto que tantas veces nos ha visto esperar, y otras tantas esperarnos.
Y perder el equilibrio tan cerca de ti es exponerme sin escudo, es como gritar al abismo que quiero caer a toda velocidad si tú estás abajo, sin pensar que me romperé al llegar, que el golpe será mortal y que tú no harás siquiera el amago de echarme una mano para salvarme.
No te tengo miedo, te tengo vértigo. Se te ve tan pequeño, allí tan lejos. Se te ve tan nostálgico, tan inundado por este otoño frío y lluvioso. Y tan pequeño en realidad, y tan increíblemente lejos.
He intentado contarte de mil maneras que te estoy echando de menos, y que todavía no termino de entenderlo, porque no duraste tanto, y si el tiempo hiciese bien su trabajo ya debería haberme dejado olvidarte. Sin embargo, no puedo ni conjugarte en pretérito. Y a veces me da la impresión de que sigo esperando sin atreverme a reconocer que sigo esperándote.

Pero de lo que más miedo tengo, es de que resultes ser una pasión para toda la vida.


 "La única diferencia entre un capricho y una pasión para toda la vida es que el capricho dura un poco más"
Oscar Wilde

jueves, 1 de noviembre de 2012

Tragedia cósmica

 Me moriré de ganas

Luce un lunar en el muslo derecho.

Una firma, una impronta, tan íntimamente escondida como un beso importante,
brillante en todo su marrón, luminoso y ardiente. Un beso de luz que quemó.
Como esos que todavía guardo entre las grietas secas de mis labios.
Secas de ti, que ya no llueves.
Y así ando sobreviviendo-te. 
Ya espero más convertirme en polvo lunar que volver a verte.
Lo agradezco, a veces.
Creo que la labor destructiva que quisimos llevar a cabo entre beso y espalda ya cumplió su función hace tiempo.
Derrumbamos ciudades y vimos como nos caían las ganas a los pies, tan solo unos segundos por detrás de la ropa.
Perdimos la ilusión casi a la vez, en medio de la encarnizada, entre revolcón y abrazo,
pero yo, sin saber si quererte o no, decidí no poder dejar de tenerte.
Querer acercarme más y más me derritió las alas,
Ícaro jamás soñó tener tantas ganas al sol como te las tuve yo a ti.
No supe hacerlo de otra manera, solo quería tenerte cerca, muy cerca.
Seguro que sabrás perdonarme la insistencia.
Dentro de mi se mataban a palos la necesidad de olvidarte, y el apetito de ti.
Todo guerra, muerte y destrucción. Lucha, pasión y sueño, todo, por ti.
Al final tú fuiste el único que se salvó, y sí, hablo de salvarse, de huir y de todo eso que yo no puedo hacer porque quiero seguir teniéndote aquí. Quiero que vuelvas.
Aunque vuelvas a destruirme, aunque nunca vuelvas para quedarte, no tengo defensas contra ti,  pero te quiero aquí, ahora y siempre. Hasta cuando juro y perjuro que no te echo de menos, hasta cuando no te pienso, te deseo.
Saber esto está apagando un poquito mi luz,
me convierto toda yo en un susurro tenue, en los restos de una tragedia cósmica.
Antes me llovían las nubes y las estrellas, de noche y madrugada, más tarde casi a todas horas.
Lluvia, astros apagándose y nostalgia inundándome entera, reduciéndome al silbido silencioso de esa famosa calma que sobreviene a la tormenta.
Cómo avivábamos la tormenta tu y yo.
Y la lluvia fugaz.
Qué eléctricos eran nuestros roces.  
Si haces memoria te darás cuenta de que estoy en todos los momentos en los que te llueve.
Si haces memoria...