envuelta en un silencio blanco,
una gota roja acusadora
que brota de mi mano
y el sabor a hierro
de todos los cuerpos vencidos,
en los labios.
Tal vez no lo imaginé;
he amado.
La mentira ha sido una espina
arrancada de cuajo.
Y hoy soy la respuesta
de todo el que una vez creyó en algo:
si la verdad no existió fue
porque no supiste verla.
Ahora me cuestiono
cada segundo
si debo seguir el tempo de este daño.