domingo, 29 de septiembre de 2013

Por no dormir

He tenido una pesadilla horrible: volvías.
Y yo volvía contigo
resulta que jamás conseguí irme.
Mi pequeño conato de huida se había convertido
en una búsqueda compulsiva del rastro
de mis propias huellas
sin yo darme cuenta
hasta que las tuyas volvieron a cruzarse
pintando de azul el camino.
He tenido un miedo abominable
de todo lo que vendría después.
He intentado echar a correr
pero las piernas no respondían a mis porqués.
Y he tropezado.
He vuelto a tropezar.
Y ha dolido tanto, tanto, tanto,
tanto,
tanto,
tanto,
que el dolor me ha despertado.
He inspeccionado sábanas, colchón y almohada
buscando charcos de sangre
y todo era blanco
gritándome impoluto que no me equivoque:
una herida abierta
habría dolido menos.
Último aviso pequeño intruso:
apartate de mi camino
sal de mis sueños
no borres mis pu(n)tos finales
no vuelvas.
Quizá,
por no verte más
no vuelva a dormir.
La tortura será un poquito más
fácil de sobrevivir
y quién sabe,
tal vez con suerte
viendo que ya no sueño
el corazón decida dejar de latir
por ti
y por cualquiera,
porque un corazón que no sueña
¿por qué late?
un corazón que no sueña,
no sirve.
No me sirve.
Ya ves, podría hacer inutil mi corazón
con tal de no verte más.
No tienes nada que hacer aquí.
No vuelvas.
Ni en sueños.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Un bucle de dudas

No hace falta que me enseñes la angustia
que vomitas,
te he mirado a los ojos y he visto
todas las noches que me he perdido.
Con esto quiero decir,
que no me tienes que recordar
que estás con la soga al cuello,
que hace rato que vengo
queriendo contarte
que me estoy ahogando en este sueño
una y otra vez
por negarme a abrir los ojos.
Que comparto tu miedo
aunque el mío sea distinto.
Que estoy empecinada
y segura
de que no quiero ver más allá.
Y lo peor de este miedo
es que lo tengo a medias
sin ti
y contigo
pero lo tengo todo el tiempo
porque no me salen las cuentas
de todo lo que dices
y no sé si creerte
a ciegas
o hacer trampas y abrir un poco
un ojo.
Antes quería ver llover contigo
y que nos lloviera,
ahora quiero que llueva,
para abrirme los ojos.

Que el agua me aclare la vista
y no ver solo lo que yo quiero,
por capricho.

Dicen de los enamorados que pierden
la noción del tiempo,
yo ya no recuerdo ninguna última vez
pero sé que no se refieren a eso.
La suerte me atrapó
en espiral
apostando a doble o nada
y haciéndome ganar hasta
que perder fuese un daño irreparable.
Y cuando me he recuperado,
vuelvo a apostar.
Esta ludopatía enfermiza por jugar
de acuerdo a tus reglas
me va a matar,
y lo sabes,
y te gusta.
Anclamos, los dos,
en una piel que nos delata,
la mía busca esconderse en la tuya
sin saber si quiera si tiene sitio,
y la tuya sabe que siempre me hará hueco.
Pero es que somos solo eso,
una cuestión de piel.

El pasado está a un centímetro
de nuestros talones,
estirando el dedo corazón,
mientras el otro corazón,
conjuga los latidos en pretérito.
Y cuando ya no lo oímos
ni nos oímos,
ninguno de los dos,
vuelve
nos cura la sordera
y revive hasta la última palabra
que murió en la punta de tu lengua.
Pero también late incomprensiblemente
solo hacía un lado,
como si le faltase una mitad
que no compartes.
Como si te viese sonriendo a otra boca
y pensase en ahorrarse latidos
por ti
que a lo mejor es cierto que no los mereces todos.
Y si al final resulta que existen motivos
para dudar
y nadie acaba con la duda...
voy a necesitar muchas tiritas
y agua oxigenada
porque no sé caer si no es de rodillas
y voy por la vida con ellas peladas.

Cómo entenderme, ya lo sé,
si antes te escribía epitafios en papel
porque era el único lugar donde podía enterrarte
y cada vez que te veía
moría de miedo si te acercabas a menos de un metro
creyendo que salvando las distancias
podría volver a ser yo.
La que soy cuando creo que no te quiero,
la que ignora y tal vez sea más fácil.

Pero entonces vuelves a aparecer en todas las canciones,
y todas dejan de pedir perdón para exigir
las seis vidas que supuestamente nos quedan juntos
y
que te acerques
y cierres los ojos
y
quién puede negarse al preludio de un beso
quién es capaz de apartarse
quién pudo alguna vez evitar que tú
los robases o castigarte por ello.

Nadie. Se resiste.
Y cuando esté libre de duda
me tiraré a tu cuello,
mientras tanto dime tú si sabes deshacer bucles.