viernes, 2 de marzo de 2018

Olvido de un amor que no se hace

No recuerdo cuál era tu color favorito,
ni si llegué a saberlo.
No recuerdo la cara de tu madre,
ni el olor de tu casa,
ni si alguna vez hablaste de los tuyos
o si eras capaz de quererlos.

No recuerdo ya
si los días que estuve contigo
tenían una luz distinta a los demás;
como me ha pasado otras veces,
cuando he estado enamorada.

Me veo, sin embargo,
sentada y llorando,
con los ojos anaranjados,
deseando que me invada un sol
que se pone
y sólo desapareciendo,
me deja con más ganas
de las que jamás me provocó tu nombre.

No recuerdo que hiciéramos el amor.

¿Qué
tipo
de amor
es el que no se hace?

No recuerdo quererte,
pero recuerdo pensar que lo hacía.
Y vaya,
me ha destrozado esta tristeza.

Soy incapaz de recordar
un solo momento
que hiciera merecer la pena
el hecho de que
un pedazo de mi vida
pudo estar,
absurda y vergonzosamente,
entre tus manos.
Por un segundo he sido aquel desierto
que reconoce su sequedad en silencio
y he notado sobre mi espalda
el peso de la losa
en que se ha convertido el tiempo
que perdí contigo.
Siento una pena atroz por mí,
por mi ilusión,
pero me consuela la sencillez
con la que te he olvidado.



Ahora sé
que se puede inventar un amor,
pero es imposible querer a una invención.