domingo, 27 de mayo de 2012

Tyler Durden se enamoró de mi

Qué mejor momento para enamorarse que viendo como una ciudad entera se derrumba. Qué mejor momento con el que soñar. Qué mejor momento que dos segundos después de suicidarte y seguir vivo. Qué mejor momento para darle a alguien la mano que ese en el que los dos morimos de amor y miedo viendo caer edificios que se empeñaron en hacer cosquillas al cielo, y lo pagaron.
Cómo debe de ser encontrarte de repente asustado, en medio de una pasión capaz de provocar maremotos, incendios, terremotos, tsunamis, huracanes, despertar volcanes, tormentas eléctricas y llevar a cabo todo tipo de destrucciones románticas, como reacción a un pequeño roce.
O simplemente, capaz de hacer llevaderos los domingos.
Lo nuestro jamás fue una entrega kamikaze. Ni siquiera se acercaba al placer de imaginar todo esto. Nunca fue un riesgo memorable, nunca fue algo inolvidable.
No me conociste en un momento extraño de mi vida. No me conociste. No fuimos fuegos artificiales. No fuimos nada. No me rompiste en condiciones. Solo rasgaste. Lo que tal vez, fue peor. Romperme a medias, que poca decencia la tuya.
Me costó descubrirlo y entenderlo, primero tuvieron que perder fuerza las mareas que me revolvían, luego tuve que convencerme de que merecía huracanas que me revolviesen mejor. Desterré de mis sábanas tu feo invierno y el calor volvió a acostarse conmigo. Entonces descubrí que ya no echaba de menos nada, ni siquiera tu dedo en mi ombligo. Entonces descubrí que al fin era libre y me asusté, y quise huir. Pero huir a buscar un huracán, una prisión, un refugio, un escalofrío.
Pues "libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien". Cernuda lo sabía, y yo también. Buscar una razón para existir, que salvándome de pozos y vacíos de sombras me regale algún drama o tal vez un desayuno en la cama. Quizá más. Una obsesión enfermiza que me haga sentir viva. Quiero volver a dormir. La noche viene a por mi todos los días con sueños dulces que solo me apetece saltar, invento pesadillas por miedo a las cosas bonitas que quiero soñar. Como cuando veía helados de luz en cucuruchos de constelaciones, cuando la luna me sonreía a través de la ventana en una de esas noches tan tranquilas, y se enamoraba de mi, y me mandaba besos y cumplía mis deseos y dominaba las mareas. La luna estaba de mi parte, y no había nada más grande. Pero ese tiempo ya pasó. Ahora tengo otros planes.
Tropezar con sonrisas que me rompan el corazón y jamás me planteé esquivar, debe ser la misión primordial del resto de mis paseos. Romper a llorar de verdad por vez primera en 20 años cuando alguien me haga pensar en días futuros y luego los pise, será un bonito reto. Jugar, arriesgar y perder, y no volver a recuperarme. Enamorarse debe ser una gran aventura. Escapar de este 'país de nunca jamás' que he construido con un par de almohadas vacías. Aquellas que en su día usé como escondite de cincuenta alientos y tres gemidos que se ahogaron conmigo. Volver a precipitarme al placer de la adrenalina de quedar atrapada entre esos brazos que abrazan. Esos brazos que te llevan al borde del precipicio y te sostienen ahí, extasiada, viéndote morir al mínimo vacile, en medio de ese vértigo que es gusto y terror a la vez, atrapada en la más sublime de las sensaciones. Viviendo un amor suicida, una pasión tan peligrosa como atractiva, y destructiva.
Tal vez tenga que darle la vuelta a mi vida para que existas. O tal vez le dé la vuelta al mundo entero para que viva conmigo nuestra trágica historia. ¿Habrá más giros de esos que da el estómago y que lo cambian todo? Los dos sabemos que sí. Sabemos que estás esperando detrás de mis esquinas favoritas y te has enamorado de como me rasco la nariz. Cuando aparezcas podré decir que una noche hice el amor con Tyler Durden y vi derrumbarse una ciudad. Que luego él se convirtió en un hombre normal y aunque quedé destruida, por fin hubo un momento en que estuve viva.

http://www.youtube.com/watch?v=xBJ02B6TTcg

sábado, 5 de mayo de 2012

Si te vas, no vuelvas... es así de fácil

No te atrevas a aparecerte, porque ya no descolocas como antes.
Se me han despegado las cicatrices igual que los tatuajes que me pegaba con saliva a la piel cuando era niña, tú  ya no eres ni restos de adn. ¿Si te froto como a ellos, también desapareces?
No existe el olvido, y tal vez sigan ardiendo tus cenizas, pero no dejarás de ser un Nadie. Sales de mi vida tan rápido como entraste. Pierdes importancia, pierdes fuerza, pierdes golpe así como lo ganaste, en un beso, en una sonrisa de colmillos sin mordisco.
Y de repente apareces, y yo llevo las gafas, y ni siquiera la miopía me salva, perdido ese refugio, obligada a ver, me descoloco. Llévate tus mares joder, que yo me voy a naufragar con un Crusoe, y no queremos las huellas de tus olas en nuestros días. ¿Me vas a obligar a hablar con la luna para que se lleve las mareas de tus ojos? Y quién coño las puso ahí...
Desde luego, alguien me tiene que salvar de tus noches, y de la resaca de todo lo que pudo ser nuestro. Si a ti te han rescatado, si a ti te siguen queriendo, si a ti te besan incluso con amor ¿por qué vas a tener más suerte que yo? ¿Acaso te lo mereces más que yo?
Eres tan solo un tachón en mi poema, un error ortográfico que no volveré a cometer, un verso que ya no me gusta, o una palabra demasiado redicha que ya no queda bién, que no encaja, que afea la armonía de todo lo que escribo. Que me hunde. Conviertes en mediocre todo sentimiento evocado cuando te pienso. Y tengo que huir más de prisa de tu recuerdo o me estancaré. He cogido miedo a las esquinas, a las calles y a esperar donde lo hace todo el mundo. No quiero esperar más rodeada de nadies. Quiero que vuelvan los días naranjas, y que desaparezcas con las nubes y las gotas de agua.
Dice el hombre del tiempo que todo pasará este Miércoles.
Este Miércoles te vas.
Este Miércoles otra vez calor, Madrid, helado y poemas.