sábado, 16 de junio de 2012

Ojos de luz

A veces llega la hora de contar cuentos, y como hemos perdido tanto tiempo nos saltamos el 'erase una vez'. Cosa que no se debe hacer, si la historia empieza de golpe es que será un golpe. Duro, preciso, directo, fuerte, certero. La chica empieza a notar una especial fascinación por los precipicios y todo tipo de vértigos. Así como por otros sabores amargos, agrios y picantes. Casi se nota destructiva para cualquiera que cometa el error de estar demasiado cerca. Tal vez solo esté deseando serlo.
La destrucción tiene algo de atracción irresistible, es guapa. Fascina, es bella. Como ella, que solo tiene que mirar para hacer caer esas torres que todo el mundo dice que fueron más altas y también cayeron. A veces incluso se siente culpable, ha caído tanto a sus pies...
Ha huido tantas veces de la realidad, que en ella se concentran todos los cuentos e historias que se han podido imaginar. Es una princesa en potencia. La hilvanaron, pero se olvidaron de coserla. Y por eso, al estar a medias, no hay príncipes que la salven. Sin embargo, todos los monstruos y villanos de sus pesadillas se han puesto de acuerdo para visitarla en reuniones nocturnas de lo más rocambolescas, y en las que es la más deseada y temida de las flores. Ha perdido la primavera, y los oscuros días de Noviembre la envuelven en un aura de fatalismo, de perdición, de drogadicción, dramadicción, y vicio de poesía. Escribe para olvidar sobre la vida, con los monstruos debajo de la cama, llena las sábanas de palabras suicidas. Siente que la acechan en cada esquina nuevos amores amedrentadores que aspiran a convertirse en nuevos monstruos. Solo los cuentos la salvan. En el rato de un cuento todo está bien. Parece que la sal de esos ojos de mar se ha deshecho y ya no escuece tanto. Las heridas del corazón sanan por inercia. Los rotos se van uniendo, aunque todavía queda algún descosido que ya no se nota. Los precipicios se caen en si mismos o se cierran. Los recodos vacíos se llenan. Y todo está bien. Pero no hay nada más aterrador que la oscuridad después de un cuento. Por eso le mira tanto la luna. Es una muñeca de trapo con la que nadie quiere pasar la noche, constantemente vigilada por esos ojos de luz.

viernes, 8 de junio de 2012

Verano azul

El siglo pasado tuve entre mis brazos un bebé azul, sonriente y mofletudo. Debimos escaparnos al país de Nunca Jamás. A vivir aventuras azules, todos los veranos azules tardíos por culpa de primaveras celestes, para seguir tan azules como esa silla, como sus ojos. Tan redondos como sus mofletes a media carcajada o gorgorito. Y tan pequeños como sus manitas agarrando las mías.

de pequeños y guapos
todos los días eran naranjas.