jueves, 23 de enero de 2014

A punto de nieve

Cuando todo se queme,
vuela.

Todos los nunca,
siempre llegan.
A bofetadas, para que
nunca los nombres.
Te arrastran fuera del ring,
como un universo de sangre y sudor
que explotó
en su propio intento
de ser,
de estar.
No verás brotar margaritas
del lugar donde vinimos a morir.

No verás llorar vida,
porque la lluvia ahora seca
y me duelen los ojos.

Me abandonan,
y es como si los desiertos sin oasis
apareciesen de repente en todas mis casas.

Lo siento como cuando tienes ganas de llorar,
te das cuenta de que no sabes
y la pena,
la angustia,
la huida de un cometa herido
se te enquista
en lo más hondo de ese punto
medio
en tu garganta
que parece un agujero sin fondo
donde cabe todo
y todo intenta salir.
Como cuando tienes ganas de gritar
y naciste muda.
Como cuando tienes hambre de algo
y no sabes qué es,
y nada te sacia.
Como cuando quieres correr y algo
te frena.
Y algo te choca.
Y todo es más fuerte que tú.
Como cuando intentas concentrarte
y no es el vuelo de una mosca,
es que te apetece demasiado
pensar en otra cosa.
Como cuando persigues a alguien por la espalda,
se da la vuelta,
y quieres descubrir de qué color son sus ojos
pero parpadea.
Parpadea y se gira,
y lo pierdes para siempre.

Intento mantener el equilibrio
como si fuese la primera vez
que todavía no me he caído.

Y encuentro un montón de tus primeras
veces a cada amago de paso.

Como la primera vez que soñaste que soñaba con otra cosa.
Como la primera vez que supiste que no era un sueño.
Y que lo cierto
era todo lo que no decía.
Como la primera vez que vestiste de luto
las palabras
y fuiste una tumba
esperando que alguien quisiera profanarte,
y liberase todos los miedos
enquistados,
en ese punto
en tu garganta.

Tú eres como todas esas cosas,
y te pareces al blanco de este invierno
que te hiela.

Cuando hasta el frío te queme,
vuela.

lunes, 20 de enero de 2014

Deshazme la cama

Hoy me has enseñado cómo es una galaxia,
una que no es la nuestra,
y nos he imaginado visitándola.
Me gustaría encerrarte en algún planeta,
pequeño,
donde solo quepamos nosotros
y una flor,
para jugar a encontrarte
donde quiera que te escondas,
y a aprendernos todos sus rincones de memoria.
No conozco más universo
que el que tú prometes que existe.
No quiero conocer otro
para terminar descubriendo
que no quiero que exista.

Y eso que cada vez que lo pienso
muero de miedo.

Todas esas estrellas vagando sin peso,
toda esa inmensidad que hace pequeñas
todas las inmensidades
que tiemblan conmigo cada vez que
me agarras el pelo.
Que siendo enormes,
se estremecen con nosotros,
cada vez que robas un beso que ya es tuyo.
Tengo miedo,
pero puedo jurarte que no saldría
de allí,
de tenerte atado
y confinado a mí.

Amaría esa cárcel,
como quien odia ser libre
porque prefiere no tener opción
y se rinde al escalofrío.

Tú júrame que lo devastaríamos,
que claudicaría ante nosotros
para que dejásemos de arrasarlo
que seriamos como tormenta y huracán
que cada vez que se besan
destruyen sin querer.  .
Tú júrame que no volveremos de allí
a ninguna otra parte
porque seremos tan tú y yo
que no tendremos a dónde volver.
Y con sangre
firmo
que me cortaré las alas,
y que no conoceré otras ganas
que no sean las que nacen
de verte deshaciéndome la ca(l)ma.

sábado, 4 de enero de 2014

Quedarse es de cobardes

A veces pienso que he sido niña demasiado tiempo.
La realidad llama a tu puerta con desdén,
y nos sobra inocencia. 
Un desengaño disgrega la resistencia. 
Alguien te pregunta:
¿Qué vas a hacer?
¿Qué vas a hacer?
¿Qué vas a hacer?
Si quieres te cuento lo que seguro que no.
Volver.
Lo único que te empuja a volver es la necesidad de dejarte ser cobarde. 
Rendirte a la evidencia;
eres todo lo que no querías ser
y alguien quiso que fueras.
Venderte a la mentira, 
y que te compre. 
Decir que no te quiero.
Volver, con la excusa de contarte que no pienso volver. 
Con la frente marchita, 
espinas en la piel, 
la espalda encorvada 
y sin quitar ojo del suelo. 
Por no perder tus huellas.
Volver. 
Como un fantasma que persigue sus cadenas, 
como el preso que consiguió escapar y no sabe quién es, 
o quién quiere ser, 
en el mundo que se cree real.
Volver. 
Como un animal criado en cautividad 
que no sabe sobrevivir en un mundo nuevo. 
Como una adolescente que no encuentra
bolsillo en que guardar tanta libertad
y no sabe dónde esconderse. 
Volver.
Con los sueños rotos y las ilusiones perdidas,
mal invertidas; 
volver dándote la razón, 
sin remedio, sin opción. 
Intentando mantener el equilibrio
sobre una cuerda que no existe,
que es acera
y cada vez un poquito más estrecha.
Pero todo el mundo vuelve a casa. 
A abrazar los barrotes con amor. 
A besar las manos que apretaban 
y apenas te dejaban respirar,
a inventar nuevas formas de quedar atrapada.
A dejar que te acaricie el vicio y abandonar los parches. 
Volver a casa. 

Pero en mi puerta ahora hay un cartel
que me recuerda todos tus golpes.
“No se llama más de una vez a una puerta cerrada, 
no se espera más de cinco años a que se abra.”
Esta ya no es mi casa.
Al otro lado hay una ventana abierta,
y todo lo que sabe a mí se escapa.
Huye y tiembla.
Pero por fin quiere irse.