domingo, 26 de agosto de 2012

Secuestros y otros anhelos

Te escribo reincidiendo en helado de limón con chocolate. Mezclando sabores tan distintos como lo son tus labios y los míos. Ven a por mí, fuguémonos, llévame a un verano donde sea viernes y ocho, a alguna isla perdida, o a donde quiera que huyan los no-enamorados a hacer el amor. Corramos por una de esas playas vacías que te inventas las tardes de domingo en el sofá, quedémonos a dormir, a poder ser cerquita del cantábrico, para que tengamos que fundirnos contra el frío contándonos historias calientes, que pasaron, o no. Haz que nos canten nanas las olas, en ese estado de duermevela en el que aparecen los sueños más reales, cuándo más brilla la luna, cuándo más guapa nos mira.
Bailemos en la arena y conseguiré que te pierdas en el laberinto de calcamonias que tengo por todo el cuerpo, obligándote a abrir camino a besos. Firmame las piernas con huellas dáctilares de colores e intenta robarme ese corazón de piedra al cuello que mi pelo se empeña en esconder de ti. Planeemos una fuga, un secuestro, una aventura, en lo que dura una canción, y seamos capaces de llevarnos bien mientras sobrevivimos al ritmo del tiempo que se detiene cada vez que nos caemos juntos al suelo, tronando a cada paso que damos, para asustarnos todavía más si cabe frente al camino. Haz que este corazón desplegable, el del pecho, vuelva a ser tuyo y te regalo mi mundo. Y te regalo todos mis mundos. Porque en todos ellos sueño contigo y ya no te odio tanto. Y ya no te olvido tanto. Cada vez menos. Curame de espantos y corduras, como has hecho siempre.
Vamos a lanzarnos a ese vacío del que todo el mundo habla, para evitar que un fatídico día nos encontremos el corazón tirado y arrugado en una esquina, porque jamás nos atrevimos a usarlo.