lunes, 22 de agosto de 2011

Sentirte...

Cansada, aburrida, estúpida... de escribirle a unos ojos que no miraron. De perder el tiempo y no avanzar hablando sobre algo muerto, enterrado bajo tierra en cuyo epitafio todo el mundo leia: ella todavía no se ha dado cuenta. No son más que palabras absurdas que dan ganas de eliminar, pero que son mías y no suyas, aunque estén impregnadas hasta el último acento de su aliento, son mías y mías seguirán siendo. Querría que nunca hubieses existido, pero mis palabras existieron y no hay cosa que me de más pánico que las palabras borradas, que las historias no contadas, que momentos olvidados por no haber sido escritos. No seré yo quien empiece a construir el cementerio de recuerdos. Los sentimientos con complejo de energía que no murieron y se transformaron para no ser enterrados. Ahora no quiero volver a saber de ti, para refugiarme en esa ignorancia que siempre me gustó, para ver si consigo que se suiciden (pues no soy ninguna asesina) y caben su propia tumba. Sentimientos que deben morir por el peso de sus propias incoherencias, ellos me darán la razón de la misma manera que el capitalismo se la dio a Marx, la historia se repite aunque varíen los sujetos. Y cuando al fin sea mía la última palabra diré adiós con tan absoluto placer que ni éxtasis, ni orgasmo, ni clímax tendrían posibilidad de cualquier punto de comparación. Un "adiós" definitivo que no guarde  ningún espacio posible entre sus letras, que le niegue el hospicio a ese cansino "hasta luego" huérfano de  madre, pues esta era mujer cansada de recaídas. Y sin tener que acudir al lugar donde habite el olvido quedarás impensable y sin sentido en algún rincón de aquel ventrículo que una vez convertiste en casa ocupa.
Pero por qué seguir dedicándote ni uno más de mis sentidos, teniendo en cuenta que nunca entendiste mi "sin embargo" ni el encanto de esa voz de falsete que canta lo que escribe un corazón loco y borracho de poesía, con más de autor que de cantante. El chulo de musas.
Como pude consentirte la más mínima crítica.
Curaré las heridas del alma de la misma manera que se desinfectan las de la piel, ahogadas en alcohol, y me fumaré cada una de las penas que se escondan tras mis pupilas, no hay sabor igual al del humo de la soledad.
La cosa está en sustituir vicios.

lunes, 15 de agosto de 2011

Nada de antes, mucho de después

Montones. Un montón de sueños robados, un montón de heridas mal curadas.
Unas manos que acariciaban tan hondo que dolía, unos labios con complejo de imprenta que usaban como tinta saliva permanente. Y unos ojos que llenaron mis sueños de mares.
Palabras rotas, frases que perdieron su sentido y textos que llevaban tu nombre.
Ahora ya no sirven, ahora leo y no los entiendo.
Lo intentaba solo porque me recuerda a mi tú.
Porque he entrado en un mundo paralelo, un lugar donde no es verano, y llueve, y la lluvia es caliente, para mi todo es una torre de babel y hay un hombre que llena las calles con poemas... pero sobretodo hay una idea en cada esquina, una idea con nombre, apellidos y número de teléfono, una idea que casi me da la mano a miles de kilómetros de distancia. Una puerta que me ofrece gentilmente el paso. Nuestro sueño, y hecho de cosas irreales, pero nuestro. Un susurro que promete despertarme todas las mañanas con un "buenos días..." y tocándome el pelo.
He decidido regalarle mis días a cambio de que todos empiecen con un primer beso.
Que conviertan en único un amanecer tras otro. Sus ojos llenarán mis sueños de acordes, filtrándome melodías en vena que limpiarán el corazón y aliviaran el escozor de la sal de aquellos mares.
Una premonición que deja obsoletos mil dejavus de conversaciones y algo roto.